sábado, 2 de octubre de 2010

Baja California, una tierra mítica y única

Laguna de San Ignacio. Un pequeño entrante de mar en la península mexicana de Baja California. Navegamos por unas aguas húmedas y calmas de poco más de 15 metros de profundidad media, donde nada parece que pueda romper la quietud de la superficie.

Hasta que de repente un resoplido indica que algo se mueve entre las aguas, justo debajo de la frágil embarcación. El espejo plano de la Laguna se rompe y de la nada empiezan a surgir enormes ballenas grises, hasta componer una coreografía marina, cuyas bailarinas son mamíferos de 35 toneladas de peso, tan grandes como un autobús de dos pisos. Un año más, como lleva ocurriendo desde hace cientos de miles, las ballenas grises de Alaska han cumplido su viaje habitual hasta las aguas del Pacífico mexicano para tener aquí a sus crías, en uno de los mayores espectáculos de la naturaleza.

Unas cuatro mil ballenas llegan cada año a la Bahía de San Ignacio y a la cercana del Ojo de Liebre, en un viaje de veinte mil kilómetros de distancia. La mayor migración conocida de un mamífero sobre la tierra. Aquí, al abrigo de depredadores, las ballenas dan la luz a sus hijos y los enseñan sus primeros pasos, incluidos los juegos de aproximación a las barcas de naturalistas y curiosos, que cada año se acercan, atraídos por el fenómeno hasta estas lagunas de la península de Baja California, declarada Reserva de la biosfera en 1988.

Si ver a miles de ballenas en una charca grande en agua salada es un espectáculo insólito, no lo es menos el paisaje que rodea las lagunas. Baja California es una zona árida de 1700 Km. de largo y apenas 80 de ancho, que se extiende entre Tijuana en la frontera de Estados Unidos, hasta el paralelo 23, por debajo del Trópico del Cáncer. Un desierto tan fascinante como hostil que sirve de freno a la llegada masiva de curiosos, que podrían alterar las condiciones de reproducción de las ballenas. En esta selva seca, como una jungla de espinas, viven millones de cactus de todas las especies imaginables.

Un paisaje único en el mundo alterado por la cinta de asfalto de la Mex 1 , la mítica carretera que cruza del norte a sur la península y por los restos de numerosas misiones españolas, vestigios de una colonización, llevada a cabo sobre todo por jesuitas en unas condiciones muy parecidas a las del infierno. Bahía como esta de los ángeles en mitad de la nada, lejos de cualquier carretera asfaltada son todos de un santuario de la naturaleza, donde los pescadores nativos conviven con tiburones, cormoranes, pelícanos, lobos marinos y águilas del mar.

Criadera de ballenas, muestrario de cactus, habitad de tiburones y lobos de mar, Baja California es una tierra a la que miles de jóvenes norteamericanos eran seducidos en la década de los 70 por la cultura VIP: sexo, tequila y marihuana.


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